Historia de San Cayetano

Orígenes y juventud de San Cayetano

Cayetano de Thiene nació en Vicenza, Italia, en 1480, dentro de una familia noble que lo formó en las artes y las leyes. Tras doctorarse en Derecho canónico y civil en Padua, trabajó como jurista en la corte pontificia de Julio II. Sin embargo, su corazón anhelaba algo más grande que los honores de la curia.

Durante noches de oración en la basílica de San Pedro, sintió el llamado a consagrarse de lleno al servicio divino. Dejó puestos y privilegios para estudiar teología y, en 1516, fue ordenado sacerdote en la diócesis de Vicenza. Aquella renuncia temprana a la comodidad marcó la brújula de toda su vida.

Incluso antes de fundar nada, Cayetano practicaba la caridad de forma radical: visitaba hospitales, curaba llagas y asistía a moribundos. Ese contacto con la marginación despertó su pasión por unir oración y acción—aquella fórmula que luego contagiaría al mundo.

Fundación de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos

Al notar la tibieza de muchos eclesiásticos, Cayetano y Juan Pedro Carafa (futuro Pablo IV) crearon en 1524 la Orden de Clérigos Regulares, conocida como Teatinos por el título episcopal de Carafa: “Theate” (Chieti). Su ideal: sacerdotes renovados, que unieran vida contemplativa y ministerio activo.

Los Teatinos introdujeron la práctica de vivir sin rentas fijas. Confiaban en la Divina Providencia; para rentas, pedían limosna y repartían el excedente a los pobres. Así inspiraron posteriores congregaciones de asistencia social y reforma espiritual en Europa.

Cayetano lideró la primera casa de Roma: disciplina, largos oficios, confesión frecuente y servicio a enfermos marcaron su regla. Pronto surgieron fundaciones en Venecia y Nápoles, extendiendo la reforma clerical que luego alimentaría el Concilio de Trento.

Vocación al servicio de pobres y enfermos

En tiempos de guerras y plagas, Cayetano no se refugió en sacristías. Fundó hospitales improvisados, atendió a víctimas de peste y recogió niños huérfanos que mendigaban pan. Sus contemporáneos lo apodaron “Padre de la Providencia” porque aparecía justo cuando la necesidad apretaba.

En el hospital de San Giacomo, Roma, se le veía limpiar úlceras y donar su propio manto, recordando que Cristo se disfraza en los más pequeños. A menudo regresaba a la casa teatina sin sandalias, pues las había entregado al primer leproso encontrado por la calle.

Con ese ejemplo impulsó a laicos a organizar cofradías de caridad. En Nápoles, su obra dio origen a los “Montes de Piedad”: préstamos sin usura para gente humilde, antecedente directo de cajas populares modernas.

San Cayetano y la confianza en la Divina Providencia

La regla teatina prohibía acumular bienes: lo necesario del día se recibía de donantes y se distribuía al anochecer. Cayetano repetía: “Busquen primero el Reino; lo demás vendrá por añadidura”. Esa fe absoluta atrajo milagros de pan y trabajo: bolsas de harina aparecían en el refectorio cuando ya no quedaba un grano.

Durante la invasión imperial de 1527, él y sus frailes escaparon de Roma sin nada. Al llegar a Venecia fueron recibidos por pescadores que, sin saber quiénes eran, les ofrecieron techo y alimento. El santo anotó: “Dios provee mejor que el cálculo humano”.

Hoy quien se ahoga en escasez invoca su intercesión con la oración poderosa para pedir ayuda a Dios en momentos difíciles, confiando en la misma providencia que sostuvo a Cayetano.

Milagros de pan y trabajo: nacimiento del patronazgo

La fama de Cayetano creció especialmente por milagros de alimento. En Nápoles, 1540, una sequía dejó a barrios enteros sin grano; tras su oración, barcos cargados llegaron antes de lo previsto, salvando a la población del hambre.

Otro testimonio relata que, al rezar por una mujer cuyo marido había quedado desempleado, el santo le dio una moneda y dijo: “Ten fe”. Esa misma tarde el hombre consiguió trabajo en los astilleros. Desde entonces se le invoca para conseguir empleo.

En México, comerciantes colocan su imagen junto a la caja registradora, repitiendo diariamente la oración por un trabajo estable y bien pagado, convencidos de que Cayetano “abre puertas y llena graneros”.

Devoción en México: peregrinaciones y fiesta del 7 de agosto

La devoción llegó con frailes teatinos en el siglo XVII. En la parroquia de San Fernando, CDMX, se venera una antigua talla napolitana; cada 7 de agosto, cientos de desempleados llevan currículums y panes para bendecir.

En Mérida y Pátzcuaro los fieles acuden a misa vestidos de blanco y regalan bolillos a transeúntes, recordando los milagros de pan. Los ferrocarrileros lo adoptaron como patrono y renovaban contrato con procesiones portando su efigie.

Muchas familias quitan de la alacena el último kilo de harina para donarlo ese día, creyendo que “lo dado a Cayetano vuelve multiplicado”. Tras la fiesta, rezan la oración de protección para mantener el sustento todo el año.

Oración de San Cayetano para el pan y el empleo

“Glorioso San Cayetano,
obtén para mí y mi familia el pan de cada día;
abre las puertas de un empleo digno y estable;
que nunca nos falte trabajo y salud para hacerlo.
Prometo compartir mis ganancias con quien sufre necesidad.
Amén.”

Se reza con una vela amarilla y un trozo de pan sobre la mesa. Al terminar, el pan se comparte con algún necesitado, sellando la promesa de solidaridad.

Quien necesita ingreso urgente suele añadir la súplica para tiempos difíciles, reforzando la petición ante situaciones límite.

La novena de los siete domingos: dinámica devocional

Una práctica extendida es rezar siete domingos seguidos recordando siete dones del santo: fe, esperanza, caridad, prudencia, fortaleza, justicia y templanza.

Cada domingo se entrega una pequeña bolsa de alimento a un pobre, simbolizando que Cayetano multiplica lo que damos. Al completar el ciclo, los fieles afirman haber visto mejoras en su economía.

Durante la novena, algunos encienden una vela verde junto a la oración para enfermos, pidiendo salud que permita seguir trabajando.

Testimonios contemporáneos de favores laborales y económicos

En Monterrey, un ingeniero en paro rezó tres días seguidos y encontró empleo con mejor salario que el anterior. Agradecido, donó un mes de despensas a Cáritas y colgó su testimonio en la parroquia.

En Zapopan, una madre soltera vendía empanadas sin éxito; tras poner la imagen sobre su mesa y rezar la oración del pan, duplicó ingresos en una semana. Cumplió su promesa regalando pan a niños de la calle.

Casos como estos se difunden en redes con la etiqueta #MilagroDeSanCayetano, cumpliendo la condición del santo: difundir la gracia concedida.

Cómo entronizar la imagen de San Cayetano en casa y negocio

• Ubicar la estatua cerca de la puerta principal, mirando hacia el interior—señal de que “el pan entra”.
• Colocar siempre un trozo de pan fresco o una espiga a sus pies; cambiar cada domingo y dar el pan viejo a las aves.
• Poner una moneda bajo la base la primera semana del mes; retirarla al final y donarla a quien necesite.

Antes de abrir el negocio, rezar: “San Cayetano, bendice mis manos y a mis clientes”. Al cerrar, agradecer con tres glorias y besar la imagen.

Así, la casa queda sellada por la Providencia, y el negocio respira la ética del compartir que Cayetano practicó hasta su muerte en Nápoles, el 7 de agosto de 1547.

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